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White·Devil: No entiendo a mis contemporáneos. No entiendo a mis semejantes...

15.7.10

Colores en el agua.



-¿Qué quieres que haga por ti, Mike?- le dijo con lágrimas en los ojos- ¿Cómo puedo conquistarte?.
-Pinta el agua de colores y haz que las montañas digan mi nombre- contestó él- Quizás entonces te ame.

Llevaba tiempo buscando la forma de alejarla de él, su destino juntos era borroso, porque sus fracasos eclipsaban los talentos de ella, y no podía permitírselo. No sintió nunca dolor mas grande al que sentía mientras pronunció las palabras "Ya no te amo.", nunca sufrió tanto como cuando vió las lágrimas de ella aflorar de sus ojos. Y maldijo en mil idiomas su existencia, y el haberla conocido, por nunca poder olvidarla, pero ella era brillante, y él un fracasado. No podía funcionar.

-¿Cómo voy a pintar el agua de colores? ¿cómo voy a hacer todo eso? ¿acaso me querrás si lo hago? ¿acaso cambiarán tus sentimientos? ¡Algo así no puede manipularse!
-Lo sé-contestó fríamente.

Se odiaba. Se odiaba con las fuerzas que le quedaban, las que no estaban destinadas a amarla a ella. Pero así tenía una coartada perfecta, por mucho que les doliese, ella lo superaría. Él no, pero no le importaba. Sabía que no podría resistirse a decirle lo que sentía por ella si ella conseguía cualquier cosa de las que le propuso, si almenos lo intentara, tendría que contarle la verdad. Pero la chica pensó que esas cosas eran imposibles. Pensó que si lo consiguiese, él no la amaría, pues los sentimientos no se manipulan. Entonces, pensaba él, ¿por qué iba a intentar hacer ninguna? Ella le olvidaría con falsos motivos, pero siempre por su bien.

Entonces ella desapareció. Por días, semanas, meses. No hablaron, no supieron nada el uno del otro. Pero ella sabía que él estaba bien. Y él temía por la vida de ella. La chica se mudó a las montañas, tenía suerte de venir de una familia acomodada, de la que pudo obtener todo lo que necesitaba. Trabajó día y noche, pensó, formuló, inventó, hasta que al séptimo mes volvió.

Él estaba en el columpio del solitario parque, en la tarde de primavera. La vió más mujer, más madura, más fuerte y más cansada. Cuando la vió acercarse con su inconfundible y suave movimiento de caderas, reprimió el impulso de correr hacia ella y elevarla al cielo con solo sus manos. Entonces llegó, sus ojos azules solo reflejaban cansancio, se habían vuelto fríos como el hielo, no se podía leer nada en ellos, no había atisbo alguno de la inocencia que huvo ocho meses atrás.

Ella le agarró de la mano, fuerte, pero delicadamente, no dijo palabra alguna, y comenzaron a andar. Él la seguía de la mano, sin soltarla, hasta que le dolieron las piernas. No sabía cuánto tiempo había pasado, y aún sentía esas ganas de abrazarla y besarla hasta morir en sus brazos, pero ella jamás volvió la vista atrás. No quería que la viese llorando.

Llegaron a un pequeño lago rodeado de montañas, donde, de cada una de ellas bajaba un río. Giró sobre sus talones y le miró a los ojos. Él no pudo ver las montañas, ni contemplar los ríos, pues quedó hipnotizado de nuevo, como el día que se conocieron. Entonces ella habló.

-Dicen que esto es como el mar muerto. Ningún animal vive en estos alrededores. No he dejado de pensar en ti ni un solo momento.- Él intentó hablar, pero sus intentos fracasaron al roce de los dedos de ella en sus labios. No quería oírle hablar, no todavía.- Mucho tiempo ha pasado, y sé que tú también me has recordado. Cuando me mudé, pedí a mi familia que comprara la cadena de fábricas de colorantes en este estado. Trabajé duro para conseguir lo que necesitaba, e incluso mi padre me vio sufrir. Me ayudaron hombres buenos, hombres que no pidieron nada a cambio, hombres que sabían cuándo una persona necesita ayuda.

Entonces se dió la vuelta y contempló las montañas. Él observaba, a su vez, cómo los cauces de los ríos habían sido desviados a voluntad, no tuvo tiempo de seguir observando el paisaje cuando ella volvió a hablar.

-¿Ves la cima de esa montaña? Ahí hay un hombre, junto al río, esperando mi señal.
-¿Señal? ¿Señal para qu..
-Shh- le cortó ella- hay un hombre en cada cima, junto a cada río. Observa.

Entonces cogió las llaves de su nueva casa y las lanzó al agua, tan lejos como pudo. Arriba, en las montañas, los hombres, ancianos del lugar, niños, hasta mujeres, esperaron hasta que las llaves cayeron, salpicando el aire. Entonces volcaron miles de litros de colorantes, un color en cada río, y el agua se fue pintando al igual que un arcoiris. A medida que los colores descendían el río, él vió cómo los cauces desviados, poco a poco, pintaban su nombre en miles de colores. Él, hipnotizado por cómo los ríos escribían "Mike" en las montañas, rompió en llanto, dejándose caer al suelo, mientras ella seguía ahí, de espaldas, de pie e inmóvil.

Se dió la vuelta y le secó las lágrimas, sus ojos ya no eran fríos, mostraban calor. Y su sonrisa...
Su sonrisa le devolvió la vida.

KFU

1 comentario:

Regaladme palabras.

Asco de vida!