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White·Devil: No entiendo a mis contemporáneos. No entiendo a mis semejantes...

1.8.10

Shattered hopes.



Daan bajó del avión en NY. Decepcionado, cabía esperar, Mara había desaparecido, había abandonado a merced del viento las esperanzas que aún quedaban en su interior. Cabizbajo cruzó el aeropuerto buscando la salida, ese iba a ser un día muy largo.

Mara estaba esperando su avión. Parecía mentira que no saliese uno hasta esas horas, tenía pensado estar en casa hacía ya mucho tiempo. Seguía pensando que podría encontrar a Daan en Madrid, antes de que éste se fuera. Ella sabía que la estaría esperando en su banco de siempre.

Daan, sin embargo, cruzaba con cierto aire fúnebre, el aeropuerto de extremo a extremo, quizás se había perdido, o quizás solo quería andar. Solo quería ocultarse de la nieve que fuera estaba cayendo. No quería recuerdos hoy. No quería nieve. Sólo soledad.

Mara escuchó la llamada de su avión, y se encaminó por el pasillo en el que a estas horas de la noche ya no había prácticamente nadie. Le extrañó aquel muchacho que venía hacia ella tambaleándose, mirando al suelo. Pero no le dio mayor importancia.

Siguió caminando contando las baldosas, evitando las rayas que las separan. Mirando al suelo. Cuando vio delante de ella los pies del chico que venía en dirección contraria. "Menos mal", pensó "casi nos chocamos."

Ambos levantaron la vista y ahí estaban, uno frente a otro, con las miradas perdidas en los ojos del otro, Mara sonrió como nunca antes lo hizo. Se encontraron, y Mara no salía de su asombro, quería saltar sobre él y abrazarle, pero algo la detuvo. La sonrisa de Mara se esfumó en el aire.

Daan la miraba con ojos vacíos, inexpresivos, decepcionados. Mara reprimió entonces las ansias que tenía de gritarle su nombre y lanzarse a sus brazos, algo la detuvo cuando vio cómo Daan emprendía de nuevo su marcha con la vista fija en el horizonte y pasaba a escasos centímetros de ella. Quizás era solo un espejismo.

Se giró y vio cómo el niño al que amaba caminaba sin volver la vista atrás. La presión en la garganta que a su vez le oprimía el pecho no la dejaba hablar, sólo un leve susurro salía de sus labios, un susurro que jamás nadie oiría, ni recordaría. Paralizada, comprendió que Daan ya no la recordaba. Que la chica a la que la anciana le dijo que fue a buscar, no era ella. Que otra mujer había compartido su banco.

Con el alma destrozada y el corazón hecho pedazos, escuchó la última llamada a los pasajeros de su vuelo, y se adentró en el avión con una tristeza que sobrepasaba los límites de su realidad.

KFU

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