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White·Devil: No entiendo a mis contemporáneos. No entiendo a mis semejantes...

14.8.10

Aviones de papel.



Sintió cómo le faltaba el aire y notó cómo el billete caía de su mano y no tenía fuerzas para cerrar los dedos y aguantarlo ni un segundo más. El peso del mundo cayó en su espalda mientras él luchaba por mantenerse en pie ante la horrible noticia que portaba el aire del aeropuerto. Las lágrimas de impotencia y culpabilidad comenzaron a inundar sus ojos hasta impedirle distinguir qué veía.

Sólo entonces notó una mano en su hombro y una voz femenina susurrándole al oído.
"Eh, chico, ¿estás bien?"
Instintivamente, Daan se dio la vuelta con la ciega esperanza de que aquella mujer fuese Mara. Y allí estaba ella, enfundada en una capucha verde oscuro que impedía ver su rostro.
"¿Mara?" Dijo Daan llorando desconsolado.
La mujer se descubrió el rostro. Tenían la misma voz, el mismo cuerpo, pero no era Mara. Sus semblantes eran muy diferentes.
"Lo siento, chico, creo que te equivocas."
"Lo siento, señorita..." Susurró Daan, cayendo en la más absoluta oscuridad que nunca había sentido.

Entonces cayó, de rodillas, con las palmas de las manos sintiendo el frío mármol bajo sus dedos mientras gritaba del dolor que sentía interiormente y las lágrimas resbalaban y se precipitaban al suelo. Entonces la misma mujer que se había descubierto el rostro, ahora llevaba de nuevo la capucha y se arrodilló ante él. Daan no entendía el por qué de volver a cubrirse con la capucha, pero no le dio importancia. Ahora ya nada tenía importancia.
"Eh, chico. Levántate. Llamas la atención de todos los presentes."
"No lo entiendes... Mi novia iba en el avión que se ha estrellado."
"Chico, levántate. Eso ahora no tiene importancia."
"¡¡¡Cómo puedes decir que lo que le da sentido a mi vida carece de importancia!!!"
"Ven. Te ayudaré a levantarte."

Daan alzó la vista del suelo. Ahí estaba ella de nuevo. La chica de la capucha negra. No... La capucha antes no era negra. Aquella no era la misma chica. Se giró, buscando a la otra mujer, y ahí estaba, de pie junto a un anciano con la gabardina abierta. Eran terriblemente parecidas. Daan acercó temblorosamente la mano al rostro de la chica que estaba frente a él y le quitó con cuidado la capucha. La voz del megáfono dio las 23.00. La chica le ayudó a levantarse mientras Daan intentaba enjuagarse las lágrimas que le impedían ver, sin éxito, no podía creer haber perdido a Mara para siempre. Entonces, mirando todavía al suelo, vio lo que ella sostenía en la mano. Un billete de avión, él, sin poder ver más allá de dos palmos leyó los datos que en él figuraban. Hora 21.30, fila 16, asiento C, destino... Madrid.

KFU

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