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White·Devil: No entiendo a mis contemporáneos. No entiendo a mis semejantes...

28.2.11

El infierno de los dioses.



Hubo una vez, hace mucho tiempo, antes de que el sol saliese por el este, y el humo no nos dejase ver el cielo. Antes de que hubiese ruedas, armas y asesinos, había entonces una niña.

Esta niña disfrutaba con su gente en un pequeño poblado a la orilla de un río, donde sus aguas benditas regaban sus campos, y daban eterna vida a quienes bebían de ella. Un lugar en el que no era necesario morir, y la vida era un regalo en cada minuto del día.

La vida era simple y sencilla, llena de alegrías, y los cantos de los niños que cogidos de la mano repartían sus sonrisas a lo largo de las calles. Y los más mayores en edad, aunque no en aspecto, reían y bailaban alrededor de las hogueras que en las noches de invierno encendían todos juntos. Una vida en la que el tiempo no parecía pasar, ya que ese concepto no existía. Porque no hacía falta.

Pero un día fueron a aquel poblado soldados con armaduras y plumas, habiendo oído hablar de aquellas sagradas aguas. Y exigiendo la partida de los nativos a otro lugar bajo amenazas de muerte, se desencadenó la más sangrienta de las batallas, haciendo llegar hasta el río la sangre, que al instante de rojo quedó teñida, y el cielo se ennegreció. Los dioses enfurecieron, y decidieron acabar con todo aquel rastro de vida humana en la tierra.

Pero hubo una pequeña luz entre tal tormento. Una niña, la única superviviente del alegre poblado, suplicó a los dioses que saciaran su sed con su alma, y que no todos los humanos tenían que pagar lo que algunos habían hecho. Y los dioses la oyeron. Y viendo la pureza y la objetividad de aquella niña, la condenaron a vagar por el mundo usando su criterio, y haciendo morir a quien ella creyese que debía hacerlo.

Y ella inventó una nueva forma de dar vida. Que os contaré más adelante.

KFU

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