...

White·Devil: No entiendo a mis contemporáneos. No entiendo a mis semejantes...

18.1.11

Día 1.



Hoy es el primer día del resto de mi "periodo de prueba", el primer día del comienzo del resto de mi nueva vida. Al acabar la reunión con las Namur, se hizo el silencio, y ninguna palabra hacia mí quebró el viento, pero me hablaban con los ojos. Hay algo en sus ojos.

Me di la vuelta y paseé a lo largo de aquellas anchas, me atrevería a llamar, callejuelas. Aunque ningún Namur se dedicó a mirarme, todos se sonreían. Se abrazaban al girar una esquina, se ayudaban a transportar comida hacia una gran puerta al fondo del "río". Para mi sorpresa, esas gentes se bañaban en las aguas del alcantarillado. Pensando que no debería ser muy sano, seguí mi camino, aunque algo en el fondo de esas aguas desvió mi atención. En cincuenta días tendré tiempo suficiente como para averiguarlo. Me dirigí a esa gran puerta a la que todos llevaban los alimentos. Parecía unos grandes almacenes, todo lleno de comida de todo tipo de la que nunca habría llegado a imaginar. Las cosas que descubrir se fueron amontonando en mi cabeza. Al igual de cómo sobreviven plantas sin luz, y por qué son las mujeres las que luchan y protegen y manejan las armas, mientras los hombres cuidan de los niños.

Di media vuelta y crucé el puente. Los niños saltaban dando zarpazos en el aire, una costumbre un poco extraña, pensé, hasta que lo vi. Un animal recubierto de escamas y con unos ojos enormes saltó desde las profundidades con las fauces abiertas hasta la superficie, y más arriba, para volver a hundirse y seguir nadando. Un pez volador, pensé, o, mejor dicho, un tiburón volador. Pero no era lo que en la superficie se llamaría un "animal acuático", parecía más bien un zorro, o un tigre. Tenía tantas preguntas. ¿Cómo intentan cazar los niños semejantes bestias? ¿no corren peligro?. Aunque una vez aquel animal hubo salido por primera vez del agua, y haber pasado rozando las uñas metálicas de los niños, en vez de huir, como todo animal habría hecho, volvió a salir. Repetidas veces. Nadando más lento cada vez, mientras los niños le seguían desde las orillas del río y se lanzaban a él sin conseguir atraparlo. Entonces la vi. Una de esas mujeres se sentó al borde del río mojando sus pies, mientras la bestia se le acercaba lentamente, hasta rozarle las rodillas. Ella lo acarició mientras yo me acercaba. Entonces vi cómo ese monstruoso bicho salía voluntariamente del agua y moría en brazos de aquella mujer. Entonces ella lo llevó al almacén con sumo cuidado mientras lloraba.

¿Cómo era eso posible?. ¿Era ese el destino de esas gentes, de su fauna, de su flora?. ¿Vivir unos de otros y morir en brazos de sus compañeros de mundo cuando sienten que su tiempo ha acabado?.

Entonces llegué a comprenderlo. Los Namur sienten un gran amor por sus plantas, sus animales, sus "paraísos". Los cuidan, los aman, los hacen libres y felices. ¿Y qué animal no le tiene lealtad a su amo?. Como cuando alguien al morir, atreví a pensar, puede decidir si donar sus órganos, toda criatura que rodee ese entorno cede su cuerpo como alimento cuando sabe que su tiempo ha acabado. Como muestra de gratitud por dejarle ser libre durante su larga vida.

01 del 01 del 01.
El primer día de mi vida.

KFU

2 comentarios:

  1. Sí, lo he visto, aunque esta historia me recuerda más a Bailando con lobos

    ResponderEliminar

Regaladme palabras.

Asco de vida!